domingo, 21 de abril de 2013

¿Cómo nació la revista?

  Cuando empecé a leer, no lo podía creer, quería especializarme, seguir con mi cambio, ya no sentía la necesidad de perder el tiempo en escuchar música o ver televisión, eran cosas mundanas que generaban culpa en mí: si lo hacía, sabía que podía estar aprovechando el tiempo en un libro o escribiendo que era lo que me enseñaba y me hacía crecer, también perdí los pensamientos malos o esa nube de pedos, soñando con robos, drogas. Estaba en otro mundo. Lo único en que pensaba era en las cosas que leía, las analizaba, las visualizaba en la vida cotidiana y escribía a partir de ellas, cuestionando, contando realidades para aquellos que no lo ven.

Fuente de la fotografía: www.stormfront.org 
   Marx me ayudó a comprender bastante, luego vino Nietzsche con Humano demasiado humano. Éste fue uno de mis preferidos. Mostraba al Estado y también al hombre con sus acciones. Llegué a comprender demasiado. Algo que me marcó fue que todo fue producto del hombre, conforme a sus necesidades y que la religión también era parte de la dominación. Asimismo, me ayudó en lo espiritual, en mí mismo ya que ahora me analizaba, medía mis palabras, pensamientos y actitudes. Cuando sentía que me equivocaba, producto de la razón que obtenía y lo iba modificando. Llegué a ver que esa moral en la que me basaba era una falsa moral, era producto de una dominación. Estos conocimientos me liberaban junto con escribir, leer, transmitir, no paraba con las poesías y mi buen estado me posibilitaba comprender a quienes estaban mal y podía hablar con ellos, o sea, cuánto más aprendía (o aprendo), más podía ayudar. 

   Luego vino Foucault con Vigilar y castigar, comprendí más al hombre y todas sus creaciones para manipular y ejercer su dominio. Debido a las necesidades y a los valores que les dieron a las cosas, aparecen las ganas de tener más y más, comprendí la forma de castigar a aquellos que robaban, las contradicciones de las leyes, la forma de pagar mal por mal. Vi el poder de sus fuerzas y de sus armas en otros tiempos, cómo inculcaban el deber de no deber por medio del miedo, matando en público, las torturas, etc. Me ayudó a comprender primero cómo aquellos dominan a la gente solo por poder, por demostrar que son ellos más que otros, por el deseo de tener más. En segundo lugar, las normas morales y leyes del sistema para castigar pagando “mal por mal”, así nunca se podía llegar a un cambio en aquel que cometió un error, solo ellos demostraban sus armas para atemorizar. Con sus castigos no se llega a ningún lado, se debería ver la historia de vida de quien comete un error, transmitirle los valores que tal vez en su historia de vida nadie le enseñó porque fue criado de una forma diferente a la de quienes siempre tuvieron todo. El amor, la educación, la igualdad son la cura para un montón de cosas. ¿Por qué la desigualdad no se juzga? No se juzga a quienes dominan, a quienes manipulan pero sí a quienes roban por hambre.

   Cada vez se fortalecía más mi lucha, cada vez más entendía el por qué de las cosas. Realmente quiero hacer algo contra la injusticia por eso me formo. Empecé con las cuatro materias del cuatrimestre, poniéndome al día, leía, escribía, estudiaba todo el día y también me daba el lujo de enseñar: acompañándolos, apoyándolos e incluso tenía varios alumnos que me pedían que los ayude con las materias. Con la enseñanza entraba una brisa de pureza que es tan linda, me limpiaba todo aquello malo que había hecho o las cargas que tenía y cada vez me sentía más liviano, quería ayudar, me hacía tan bien esas cosas, rompía contra aquel que una vez fui: cerrado, conservador, tímido e incluso había manchado mi alma con cosas malas pero el tiempo, el sufrimiento y el comprender, el ayudar, el aprender iban formando al Maxi que soñé. 

    Finalmente leí a Siddhartha, que había dejado a un lado porque no quería leer literatura o algo alejado de la filosofía. Sin embargo, me enseñó cómo uno llega a pasar diferentes etapas y cómo cada una de ellas: buenas o malas también lo constituyen en uno que ellas son infinitas y que uno siempre va a seguir aprendiendo. Viajé con Herman Hesse y sus transformaciones, leía en lo profundo y me imaginaba todo, atravesé las rejas y poco a poco empecé a sentirme libre y ahora comprendo aquella frase que una vez me dijeron: “tu cuerpo está preso pero tu mente no”. Estoy detenido pero me siento más libre que nunca. Sí, tengo altibajos, pero ellos también me forman. En esta etapa ya había empezado a cambiar el léxico, incluso la forma de escribir era diferente, mi letra seguía siendo horrible pero el contenido había cambiado y era producto de mi liberación. “Quiero más”, decía, verme bien, me gratifica, ayudar aún más, quería hacer todo lo que esté a mi alcance para cambiar todo lo malo. Conocí compañeros que escribían: a veces leía sus cosas y ellos las mías. Entonces, se me ocurrió una idea…

   Cuando empecé a escribir lo que me encantó fue cuando la profe me lo trajo pasado a la compu en una hoja oficio. También esta idea surgió de los aportes que hice en una revista en que publiqué “Anónimo”, a ellos les encantó y sin que la Profe lo sepa, se me ocurrió decirle que escriban que ella les iba a pasar los trabajos. A ella le gustó la idea, igual sabía que la profe lo iba a pasar porque es una grande. Después como que les gustó la revista y me pregunté por qué no hacíamos una, después que lo fotocopien y listo, no iba a haber problema sabía que Gise me iba a apoyar. Pero resultó mejor porque un día se lo conté a Gise y a Héctor y les encantó la idea. Juntos empezamos a “pensar en voz alta” miles de cosas que podíamos hacer, sumar, crecer. Cada vez que Héctor nos decía una idea que salteaba el Sistema y nos beneficiaba para la escuela, decía “pensando en voz alta” y nos contaba sus ocurrencias que siempre de alguna forma lograba. Así, en días nos consiguió como lugar el aula para las reuniones y que lográramos bajar una vez por semana durante las tardes. No sólo eso, sino que los dos se sumaron como integrantes de la revista, se comprometieron a escribir y colaborar para fotocopiarlas y para todo lo que sea necesario, dejándome como coordinador.

   El punto para mí era lograr en mis compañeros eso que yo había aprendido: sabía que leyendo y escribiendo te liberabas y yo quería ese viaje al más allá también para ellos. Se sumaron muchos chicos que no venían al colegio, nos reuníamos, debatíamos y anotábamos cada detalle de lo que se hablaba en un Acta, compartíamos lo que escribíamos y seleccionábamos los textos y los dibujos que hacía Miguel. Después de varias semanas de trabajo, porque costó mucho esfuerzo realizarla, editarla, corregirla, para el cierre de ciclo salió el primer número de Pensando en voz alta, así decidimos ponerle de nombre. Estaba contento por mí pero principalmente por ellos ya que veía con la felicidad con que se la mostraban a su familia y yo también lo hice con la mía. En el acto de fin de año, la presenté delante de cientos de personas. Se rompía así el tímido, el conservador, se veía el cambio, lo veía yo. No dejé de leer, hoy mi lucha es ésta la del yo que podría decir que casi la tengo ganada y la lucha contra la injusticia y contra la desigualdad que va a ser la lucha de mi vida porque no pararé hasta no haber hecho algo por ello. Además, estamos proyectando el segundo número de la revista.

 Maxi H. (Fénix Mexquiel, resucitando de las cenizas)

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