El espacio del taller me dejó en primer lugar amor, me enseñó el amor colectivo y él me enseñó a comprender mi yo. Me dejó libertad, tranquilidad, risas de esas que el alma parece volar. Me enseñó que la unión hace la fuerza y también me dio fuerzas para seguir luchando. Me enseñó a emocionarme o me revivió con esas emociones y alegrías del día a día. Me revivió con la fuerza de cada uno del grupo... que le ponen para salir adelante, me revivió también con sus realidades similares a la mía, me revivió solo con un peaje, donde la entrada era la conexión, me llevó a un más allá… Viajé al limbo y crecieron mis alas y aprendieron a aterrizar con los pies en la tierra, me dijo que “sí se puede” y me lo demostró con un “pensando en voz alta” de un grupo de excluidos que luchan por una vida mejor.
Maxi H. (Fénix Mexquiel)
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